LIBRO INTERACTIVO





RELATO INTERACITO...

INVITO A INNOVADORES Y CREATIVOS A CONTINUARLO... Escribe lo que quieras todas las veces que te apetezca y estés inspirado, pon tu nombre después.


Tarde gris. Las nubes plomizas, sordas... se hacen de rogar y no descargan las gotas de lluvia que limpien tanta polución.
Miro el reloj, siete minutos para las cinco... a en punto me espera Daniel en su ático. Pocas personas comparten mi acera. Camino deprisa. Los tubos de escape de los vehículos,  vomitan óxidos calientes... acelero aun más mis pasos.
Ya en el portal... gozos y sombras: “Ascensor averiado”... ¡La última fila de escalones!... arrastro pesada y lentamente mis pies por los peldaños, jadeante, en apnea. Espero un instante hasta que mi respiración se regula.
La puerta, entreabierta... Pico. Nadie responde... 
Daniel... Daniel... soy Inés... voy a pasar. 
La sala de estar en penumbra, subo las persianas... En el dormitorio, sobre la cama, un par de maletas hechas y sin cerrar... La buhardilla abierta... me acerco y observo la azotea... Daniel... Daniel...
Marta C. S.



Me quedo mirando el repiqueteo de las primeras gotas de lluvia sobre el cemento, absorta, hipnotizada por el sonido asíncrono que producen. Dejo de llamar. Oigo un ruido a mi espalda, pero no llego a volverme... Despierto aturida, con la cara contra una tarima de madera. ¿Dónde estoy? Todo está en penumbra. Trato de recordar...Permanezco inmóvil unos minutos, como si temiera enfrentarme a la imposibilidad de poder levantarme; igual que un niño que se tapa los ojos, ignorando el peligro, pues cree que así está protegido. Cuando por fin me decido compruebo que soy capaz de ponerme en pie, aunque con dificultades...

César L. Alonso

Oh Dios!!! Mi cabeza!!! No podré ponerme sombreros en una temporada. Ya recuerdo...el ruido a mi espalda. Me vuelvo con la ingenuidad de una niña, como si fuera a encontrar algo allí. Mis ojos se van adaptando a la penumbra y logro hacerme una idea del lugar donde estoy. Es un pequeño habitáculo sin ventanas, no hay muebles, huele a humedad, de pronto tropiezo con algo, unas maletas abiertas.....oh Daniel! y un escalofrío me recorre la espalda. ¿Dónde estoy? ¿como he llegado aquí? ¿Dónde está Daniel?. Las preguntas se amontonan en mi cabeza que me duele como si una barra de hierro me hubiera golpeado...

Xn@po


Desbloqueo mi móvil... sin cobertura. Al menos, su tenue haz de luz, me permite sondear a regañadientes el maloliente agujero. Sin puerta... tan sólo las dos maletas y una lata de pintura, vacía y oxidada...
Instintivamente, clavo mis ojos en la techumbre. No consigo identificar nada con nitidez. El brusco movimiento de cabeza, me marea... Atino a sentarme cerca de la maleta de mayor tamaño. Rebusco entre sus cosas...
Hace seis meses que conozco a Daniel. Coincidimos en un curso de fotografía y compartimos el mismo grupo de trabajo...
Marta C. S.



Al principio Daniel me pasó desapercibido, pues era un chico bastante reservado. Casi siempre llegaba tarde a las clases, con su cámara y trípode en mano y ese inmenso abrigo de paño negro como el azabache salpicado por brillantes gotitas de lluvia que caen incesantes en un otoño sin fin. Apenas cruzaba palabra con nosotros, si acaso un tímido "¿Te molesta si me coloco aquí?" o un escueto "¿me alcanzas esas instrucciones?" y al finalizar la clase, a duras penas conseguía tapar el objetivo de mi cámara reflex de segunda mano y meterla en el estuche cuando ya no quedaba ni rastro de él, ni de su presencia ni de su penetrante perfume...no quedaba nada de él. Como si nunca hubiera estado allí. Una gélida y lluviosa tarde de aquel otoño interminable iba camino de las sesiones de fotografía que tanto conseguían evadirme de mis demonios internos cuando vi a Daniel desde la otra acera de la calle. Iba corriendo despavorido, sin rumbo fijo y con una sombra de pánico en su rostro. Una fuerza en 

Sandra Díaz



mi interior me incitó a cruzar la calle e intentar seguirle...


 Esa misma tarde, habíamos quedado para seleccionar la foto, que presentaríamos al concurso del Cartel, en la nueva edición del Festival Internacional de Cine de la ciudad... Daniel tenía los negativos.


Y yo, junco superviviente,con las raíces bien asentadas, no pude resistír el golpe del huracán, al ver su cara. 

Y seguí su estela, sin ser realmente consciente del porqué de mi conducta y si respondía tan solo a un instinto o, tal vez...


Marta C.S



Tal vez, mi curiosidad juguetona, anticipaba la hora de nuestra cita.
Dialéctica borrosa... como la tarde.
Yo... aislada, vulnerable... en este pozo inhóspito -cual agujero negro en un universo privado de expansión.
Vuelvo a repasarlo todo... la ausencia de puerta, la lata de pintura, las maletas...
Mi mano descubre el tacto suave del terciopelo. 
Mi vista, mermada por la ausencia de iluminación, parece identificar un objeto: una agenda, o tal vez... un álbum de fotos...

Marta C. S.

3 comentarios:

  1. Me quedo mirando el repiqueteo de las primeras gotas de lluvia sobre el cemento, absorta, hipnotizada por el sonido asíncrono que producen. Dejo de llamar. Oigo un ruido a mi espalda, pero no llego a volverme...

    Despierto aturida, con la cara contra una tarima de madera. ¿Dónde estoy? Todo está en penumbra. Trato de recordar...Permanezco inmóvil unos minutos, como si temiera enfrentarme a la imposibilidad de poder levantarme; igual que un niño que se tapa los ojos, ignorando el peligro, pues cree que así está protegido. Cuando por fin me decido compruebo que soy capaz de ponerme en pie, aunque con dificultades...

    ResponderEliminar
  2. Oh Dios!!! Mi cabeza!!! No podré ponerme sombreros en una temporada.
    Ya recuerdo...el ruido a mi espalda. Institivamente me vuelvo con la ingenuidad de una niña, como si fuera a encontrar algo alli.

    Mis ojos se estan adaptando a la penumbra y logro hacerme una idea del lugar donde estoy. Es un pequeño habitáculo sin ventanas,no hay muebles, huele a humedad, de pronto tropiezo con algo, unas maletas abiertas.....oh Daniel! y un escalofrío me recorre la espalda. ¿Dónde estoy? ¿como he llegado aquí? ¿Dónde está Daniel?. Las preguntas se amontonan en mi cabeza que me duele como si una barra de hierro me hubiera golpeado.......

    ResponderEliminar
  3. Al principio Daniel me pasó desapercibido, pues era un chico bastante reservado. Casi siempre llegaba tarde a las clases, con su cámara y trípode en mano y ese inmenso abrigo de paño negro como el azabache salpicado por brillantes gotitas de lluvia que caen incesantes en un otoño sin fin. Apenas cruzaba palabra con nosotros, si acaso un tímido "¿Te molesta si me coloco aquí?" o un escueto "¿me alcanzas esas instrucciones?" y al finalizar la clase, a duras penas conseguía tapar el objetivo de mi cámara reflex de segunda mano y meterla en el estuche cuando ya no quedaba ni rastro de él, ni de su presencia ni de su penetrante perfume...no quedaba nada de él. Como si nunca hubiera estado allí.
    Una gélida y lluviosa tarde de aquel otoño interminable iba camino de las sesiones de fotografía que tanto conseguían evadirme de mis demonios internos cuando vi a Daniel desde la otra acera de la calle. Iba corriendo despavorido, sin rumbo fijo y con una sombra de pánico en su rostro. Una fuerza que no sabría explicar hizo que me detuviera y me resguardase de la lluvia que empezaba a caer con más y más fuerza. En ese preciso momento observé algo en él que, aún desgraciadamente hoy no he conseguido olvidar.

    Sandra.

    ResponderEliminar